martes, 25 de noviembre de 2014

CIRCUMVOLUCIONES DE LUZ




CIRCUNVOLUCIONES DE LUZ

La sombra trazó una raya sobre el telón de fondo del verdor del follaje,  y un golpe breve delató la piedra en la quietud del agua. Del epicentro se desbordó una copa de ondas  azules y cristal, pero casi de inmediato cesó la música insonora y se posó la calma. El niño sonrió y miró a la madre a los ojos, como si le agradeciera  un no sé qué. Ella le devolvió la sonrisa y él tornó a mirar la superficie tranquila del agua. Luego miró más allá del pozo. Hacia las copas de los árboles, hacia las nubes, hacia el cielo abierto. Sonrió de nuevo. Una mariposa de mil colores cruzó frente a él, pero no se dio cuenta.

Cuando un niño viene al mundo en un ambiente de amor, éste marca el inicio equivalente al  de esa piedra, y sirve de apoyo a niveles cada vez más amplios del sentido del amor naciente: a  la primera circunvolución del sentirse amado,  subseguirá la predisposición de amar a los demás: la familia, la mujer,  la patria, la sociedad,  la humanidad.
Cuando falta aquella piedra inicial, aquella primera percepción del sentirse amado, posiblemente habrá egoísmo y hasta resentimiento y frustración:  el alma le dirá, muy en secreto, que un día le faltó el amor, por lo que ahora es incapaz de amar con generosidad y acento.


Te digo todo esto porque siento que para mí fue fundamental el amor de quienes me rodearon desde que vine al mundo: mis padres, mi abuela, mis hermanas y mi tía. Por esto mi infancia y mi niñez fueron de felicidad plena, absoluta. De ahí que, ya a los nueve años, me estuviera  abriendo, sin saberlo, a la onda del “otro amor” tras cuyo velo estarías tú.

(BRINDIS DE LUZ POR LA MUJER AMADA)

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