CIRCUNVOLUCIONES DE LUZ
La sombra trazó una raya sobre el telón de fondo del
verdor del follaje, y un golpe breve
delató la piedra en la quietud del agua. Del epicentro se desbordó una copa de
ondas azules y cristal, pero casi de
inmediato cesó la música insonora y se posó la calma. El niño sonrió y miró a
la madre a los ojos, como si le agradeciera un no sé qué. Ella le devolvió la sonrisa y él
tornó a mirar la superficie tranquila del agua. Luego miró más allá del pozo. Hacia
las copas de los árboles, hacia las nubes, hacia el cielo abierto. Sonrió de
nuevo. Una mariposa de mil colores cruzó frente a él, pero no se dio cuenta.
Cuando un niño viene al mundo en un ambiente de amor,
éste marca el inicio equivalente al de
esa piedra, y sirve de apoyo a niveles cada vez más amplios del sentido del
amor naciente: a la primera
circunvolución del sentirse amado, subseguirá
la predisposición de amar a los demás: la familia, la mujer, la patria, la sociedad, la humanidad.
Cuando falta aquella piedra inicial, aquella primera
percepción del sentirse amado, posiblemente habrá egoísmo y hasta resentimiento
y frustración: el alma le dirá, muy en
secreto, que un día le faltó el amor, por lo que ahora es incapaz de amar con
generosidad y acento.
Te digo todo esto porque siento que para mí
fue fundamental el amor de quienes me rodearon desde que vine al mundo: mis
padres, mi abuela, mis hermanas y mi tía. Por esto mi infancia y mi niñez
fueron de felicidad plena, absoluta. De ahí que, ya a los nueve años, me estuviera
abriendo, sin saberlo, a la onda del “otro
amor” tras cuyo velo estarías tú.
(BRINDIS DE LUZ POR LA MUJER AMADA)
(BRINDIS DE LUZ POR LA MUJER AMADA)
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