ANHELOS DEL
CORAZÓN
Dámaris de
Bocaranda
Cuán conveniente
es dejar libre el corazón para que manifieste lo que siente verdadera,
profundamente, sin que lo entorpezcan
aquellos pensamientos que muchas veces lo contradicen y lo frustran. Lo
contradicen, porque implican deseos, intereses y preocupaciones que pesan, que
son un lastre, que aprisionan el sentir y casi lo asfixian, apegándolo a los
niveles de lo más bajo e inmediato.
Dejar libre el
corazón significa abrir las puertas de nuestro sentir más profundo, despojado
de todo interés perturbador, depurado de toda tendencia a lo vano y superficial
y a lo secundario.
Y cuando dejamos
libre el corazón, nacen de nuestro ser sentimientos de paz, de paz universal,
de verdadero entendimiento entre todos los seres humanos, abrazados en un solo
e inmenso lazo, que es la fraternidad. Una fraternidad que olvida diferencias de
origen, de raza, de religión, de cultura, de latitud, de color, de credos
religiosos y políticos. Y cuando nos despojamos de estas vestiduras externas,
secundarias, mero ornamento transitorio y fugaz, nos hallamos a nosotros
mismos, hallamos nuestro ser verdadero, nuestro ser interior, auténtico, sin
poses, sin apariencias y sin engaños.
Cuando pensamos en
este sentido universal, en esta proyección hacia el todo, salen sobrando los
credos, los partidos políticos, las ansias de dominación, los fines de
explotación, y sólo queda, desnuda, el alma del ser humano, que es, en
realidad, lo más importante de todo. Porque es la esencia, es lo verdadero, es
lo que debe quedar al final, después de tantas luchas, desavenencias y
maltratos recíprocos.
Dios quiera que
este mensaje sencillo nos sirva para reflexionar activamente, es decir, para
realizarlo. Porque si no lo realizamos nos quedaremos en el plano del solo
entendimiento, y no se trata de entender, de comprender, sino de lograr
concreciones. Concretar la paz, la fraternidad, el amor. Hacerlos realidad, que
es lo verdaderamente importante.
Para comenzar, prestemos
atención a quienes nos rodean en forma más inmediata. Porque no se trata de
conquistar a la Humanidad en grandes gestas, con magníficos hechos de heroísmo,
sino de realizar la esencia de lo humano
muy modestamente, es decir, en una parcela, por pequeña que sea. Comencemos, entonces,
por saludar y ser ambles con quienes nos encontremos en el camino, en el
ascensor, en la escalera, en el supermercado, en la puerta de la escuela, o cuando
entremos al autobús, etc.etc.. Ese puede ser el primer paso…Hay que comenzar por
lo más pequeño…
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