DESDE LA
PAZ INTERIOR
Dàmaris de Bocaranda
Poco o
nada tiene de original afirmar que el Mundo es, cada vez màs, un nudo habitado
por avispas de las màs despiadadas y feroces, que no se dan tregua las unas a
las otras, impulsadas por el deseo de dominar, de apoderarse de todo, de
monopolizarlo todo, de tal manera que la paz de las naciones en sì e igualmente
la paz internacional se encuentran extremadamente lejos de su realización,
debido a motivaciones políticas, económicas,
sociales y hasta religiosas. Pràcticamente no existe punto sano en el Globo,
donde campea, por el contrario, en forma creciente, el espíritu de la guerra.
Nunca, pues, como ahora, se hace necesario lograr y consolidar la paz.
Es
cierto que no han faltado esfuerzos numerosos y significativos para conseguir
la paz: libros, conferencias, congresos nacionales e internacionales, promesas,
pactos, acuerdos, etc.etc. pero al fin y al cabo todo sigue de mal en peor.
A
nuestro modo de ver, la causa primordial de estos desaciertos obedece a que se
ha marchado en forma inversa: en lugar
de comenzar por la paz interior, del corazón, del alma, se busca una paz
externa que, evidentemente, carece de fundamento porque quienes promueven o
protagonizan los acercamientos, no llevan dentro de ellos el amor a la paz.
¿Còmo
puede hablar de paz e impulsarla aquèl que, en medio de discursos pomposos, es
impulsado por secretos motivos económicos que pretenden condicionar aquella “paz”
ficticia a sus propios intereses?
¿Còmo
pueden hablar de paz si cada uno de los participantes tiene su propio concepto
de “paz”, determinado por sus fines políticos, aunque en ese momento los
oculte?
¿Còmo
pueden lograr la paz los violentos, los egoístas, los usureros, los que han
vivido y disfrutado de la vida y del bienestar a costa de los demás?
Sòlo
cuando promuevan la paz personas interna y sinceramente pacìficas –es decir, no
minadas por el egoísmo, la envidia, el odio, la mentira, la falsedad, la hipocresía-
comenzarà un atisbo de la paz verdadera, que sòlo puede ser aquèlla que, con P mayúscula,
promueve y defiende y busca realizar un ser humano pleno, cabal, amante de la
Verdad y de la Justicia, regido, no por
el solo intelecto, sino sobre todo por el corazòn.
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