EL TRABAJO EN EL HOGAR COMO ORACIÒN
Dàmaris de
Bocaranda
Ruego a mis
apreciados amigos me disculpen por la tardanza. Es que las ocupaciones del
hogar arrecian y se acentúan de un dìa para otro, de un momento para otro, de
tal forma que plenan nuestro tiempo y nos impiden, contra nuestra voluntad, la realización
de otras tareas. Por ejemplo, esta modesta y humilde tarea de procurar
comunicarme con ustedes a través de estas líneas, con un abrazo de amor, de
fraternidad, de solidaridad, aunque sòlo sea para expresar ideas carentes de
originalidad y no se trate de “grandes verdades”, si bien lo que en realidad interesa
es la buena voluntad.
Hablando,
entonces, del trabajo cotidiano, de la tarea del hogar, vale la pena una breve reflexión
al respecto, y es la siguiente:
Se me
ocurre que el solo hecho de trabajar, aunque se trate del hogar, hacer el aseo,
organizar las cosas, preparar los alimentos, lavar la ropoa, etc.etc.,
constituye, por sì mismo, una forma de orar. Porque para orar no es
indispensable asistir al templo, ni practicar ceremonias, ya que Dios està en
todas partes y en todo lugar nos escucha. Por ello, cuando invocamos a Dios, al
amanecer, y le decimos que vamos a dedicarle todas las tareas que realicemos a
lo largo de las horas, como una especie de oración, estoy plenamente convencida
que ello puede valer, según nuestra intención, nuestro grado de consciencia,
nuestra intensidad de voluntad, como una oración, màs vàlida, incluso, que las
oraciones formales, susceptibles de realizarse en forma maquinal. En otras
palabras, lo que interesa a Dios es el amor. Cabe, pues, afirmar: realicemos
nuestras tareas diarias con amor, y todo lo demás se nos darà por añadidura:
paz en el hogar, eficiencia en los esfuerzos, plenitud en los resultados.
Este es,
pues, mi modesta contribución de hoy: hacer del trabajo cotidiano una oración pràctica,
realizada, llena del calor del esfuerzo.
Muchas
gracias. Hasta luego, amigos.
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