MENSAJE PARA IRIS
Desde Atenas. Día sin fecha. Mes sin esperanza. Año sin signo
ni memoria. Milenio con puntos suspensivos…
Queridísima Iris. Amor hecho arco de luces por
dioses tan enamorados de tí como yo mismo.
Oso sacarte de tu sueño de sol en tamices de
lluvia y tarde, para hacerme sentir en tí desde la desolación en que yazgo por
mandato de Zeus.
¡Cuánto quisiera tenerte a mi lado en esta hora
de definiciones y riesgos, que debo enfrentar por adhesión a la verdad. Cuánto
daría por gozar de tu gema sutil en tornasol, de tu harina de luz, de tu
presencia de sol centuplicada¡.
Tuve que partir de improviso, sin despedirme
siquiera de ti ni de nuestros hijos, a
los que amo tanto como a ti misma. Diles que algún día regresaré al hogar, a
ese hogar lleno de calidez humana, donde hemos sido felices, conformándonos con
lo indispensable y dejando cabida a los bienes del espíritu. Diles que lo más
importante del ser humano es el carácter fundado en la razón. Saber adónde
vamos y por qué y marchar decididos a la luz de esa estrella. Adherirse a la
verdad. Valorar la dignidad del hombre, elevado sobre el nivel de los seres
restantes por obra de su propio ser.
A los varones, aconséjales el respeto hacia la
mujer, a la cual debe valorar como digna compañera del camino, pues también
nosotros somos sus compañeros. Pero igualmente diles que no se dejen sojuzgar
por el llamado feminismo, que es el exceso y la revancha. Diles que es mi deseo
–nuestro deseo- encuentren excelentes esposas, como tú lo has sido para mí
(pues la moral me impone erigirte en ejemplo). Diles que, una vez unidos,
aprendan a conservar el equilibrio de los derechos en el hogar, partiendo del respeto mutuo, para que la balanza no se
incline desventajosa para el uno o para
el otro. Que amen mucho a sus mujeres, pero que no sean a “comprensivos”, que
caigan en absurda tolerancia.
A nuestras hijas diles que deseo busquen siempre
la superación, pues lo merecen tanto como sus hermanos. Pero que no incurran en
actitudes o poses varoniles, que les menoscaben el nivel conquistado, por causa
del declive de la naturaleza de las cosas. Que jamás pierdan la feminidad, ese
algo que nos atrae, nos enternece y nos ata, trayendo un poco de suavidad a
nuestras bruscas costumbres.
En cuanto a ti, Iris inefable, debo darte las
gracias por acompañarme durante milenios, soportando a mi lado, firme y
sensible a la vez, el aguacero de las circunstancias negativas o gozando del
tibio sol de la felicidad, sin desmedro de nuestra conciencia ni de nuestros
valores.
Después de darte las gracias, debo manifestarte
que, de tener que recomenzar un nuevo ciclo vital como el milenario que hemos
convivido, volvería a unirme contigo, como elección por lo óptimo, que he
sabido valorar en el acrisolamiento de tus virtudes, en ésa tu apacible ducción
del hogar; en ese tu tacto inteligente; en ésa tu comprensión de mi ser, que
has sabido bañar con tu luz de alegría nunca marchita; con ésa tu bondad clara,
profunda y ancha a la vez.
¡Iris, Iris¡ ¡Cuánto me agrada saborear tu
nombre! Porque saboreo tu recuerdo y tu misma presencia, a pesar del tiempo y
la distancia.
Cuánto lamento no te haya correspondido venir
conmigo en esta peregrinación tan sorpresiva, si bien creo ha sido un acierto
de Zeus no haberte incluido en sus planes para los fines de esta gran marcha.
Por otra parte, el solo hecho de seguir al frente del hogar me tranquiliza,
porque lo sabrás conducir, como siempre, con claridad, eficiencia, bondad y
carácter.
Iris: he abandonado la tranquilidad de nuestro
hogar, para resucitar en una ciudad que encuentro absolutamente diferente a la
que solía presenciar nuestro deambular apacible a lo largo del bucólico
Guairontas. Ahora encuentro una ciudad agitada, llena de humos, de pestilencia,
que hemos de ingerir porque así lo quieren
el rey y los dueños de fábricas y carromatos. Una ciudad de islas
humanas, que se atropellan unas a otras. Una ciudad de donde han huido el amor
y el sentido humano de las cosas, lo cual era para nosotros, en aquellos
lejanos tiempos, el motivo primordial que nos tornaba sus más asiduos
invitados. Pero, todo declina, aun el hombre, a pesar de las arandelas, los
plásticos y la velocidad. A pesar de los números. O por causa de ellos, pues
todo se quiere computarizar, aun las conciencias. ¡Pobre de nuestro amigo
Pitágoras! si se le hiciese venir a esta tierra, donde se ha desnaturalizado el
espíritu sagrado del número, para arrastrarlo por el nivel de los cálculos más
bajos. Yo creo que destrozaría las tablas de multiplicar, y todo querría
reducirlo al cero infinito de la nada.
Deseo que tu espíritu se te mantenga firme,
marchando por el sendero que los dioses te han trazado desde que, habiendo
presentado ante ellos formal renuncia a seguir siendo su mensajera, para ser mi
esposa, te premiaron, en honor a tus virtudes, con un claro haz de luz que me
alimenta y me ilumina.
Por todo esto, sé que el desconsuelo no podrá
dominarte. Eres una mujer firme, sin escándalo ni propaganda, al contrario de
quienes intelectualizan el amor y se pavonean entre poses…
Por ser tan transparente, que los dioses te
sigan bendiciendo. Sígueme amando, como Helena a París, como Penélope a
Ulises..Yo, entre tanto, me consolaré
con el reflejo de tu esencia, mirando tu franja de colores en la cortina de la
lluvia, desde la puerta de mi rancho.
Quien añora la linterna de tu luz y deambula con
el implume pajarraco del dolor por no tenerte cerca,
Tu- Yo. Tu Diógenes.
Cuánto deseo que esta
serie de rememoraciones sugieran a nuestros hijos la forma cómo deben tratarse
las parejas. Para que la unión fluya suave, feliz y duradera.
Eres para mí inmenso motivo de gozo al infinito.
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