miércoles, 4 de noviembre de 2015

MOLES EN EL CORAZÒN Dàmaris de Bocaranda



MOLES EN EL CORAZÒN
Dàmaris de Bocaranda

Creo haber leído o imaginè que un hombre andaba por una selva de la India y que después de indecibles sufrimientos, sed, hambre, peligros, llegó finalmente al lugar donde, como le habían asegurado, se hallaba un tesoro. Entrò a una cueva y quedó deslumbrado cuando, a la luz de un hachòn, surgió ante sus ojos una autèntica montaña de monedas y piezas artísticas de oro y piedras preciosas, labradas, seguramente, por los orfebres de algún rey muy poderoso.
El viajero pensó, al principio, cargar con pocas cosas de aquèllas, pues andaba solo y no contaba con medios adecuados para el transporte, sobre todo si tenìa que cruzar la selva.
Pero lo invadió la ambición y se dijo: “debo aprovechar la ocasión, pues jamàs podrè regresar a este lugar. De manera que cargarè con todo lo que pueda”, y comenzó a llenar sacos y sacos. Los atò a su cuerpo como pudo, y salió a la jungla. No pudo andar mucho trecho porque la àrboles, las raíces, las lianas, le impedían el paso, de manera que tuvo que abandonar una a una aquellas cargas, hasta que solamente le quedó un pequeño rubí que llevaba en un bolsillo.
Es a esta actitud de nosotros los humanos, a la que se refiere el Maestro Jesùs con la imagen del camello que puede pasar por el ojo de una aguja. Explicando todo esto, Aivanhov escribe que los deseos desmesurados impiden el ascenso espiritual. “Cuando el cuerpo del deseo se hincha debido a la codicia, se vuelve como un tumor inmenso que impide pasar por la puerta del Reino de Dios”.
Por eso, opinamos nosotros, es preferible sentirse satisfecho, pleno, con lo indispensable, sin excesos ni ambiciones, para poder andar livianos por la senda espiritual.



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