miércoles, 7 de octubre de 2015

EL CAMBIO INTERIOR Dàmaris de Bocaranda





EL CAMBIO INTERIOR
Dàmaris de Bocaranda

Revoluciones por aquí, revoluciones por allà…Pero, ¿què se espera de una “revolución”? Si nos atenemos a las palabras de quienes las promueven, de quienes las incitan, de quienes las dirigen, podríamos concluir que las revoluciones se hacen para lograr una autèntica justicia social, es decir, para que, en condiciones de igualdad, la riqueza  de la sociedad, del país, se distribuya en forma equitativa, para que todos tengan trabajo, alimento, vivienda cómoda, atención mèdica eficiente, acceso a la educación, etc.etc., todo lo que ya sabemos…

Pero, en el supuesto de que triunfase la tal “revolución”, en el supuesto de que quienes la han promovido y dirigido, se transformen en gobernantes, ¿estaràn èstos en condiciones de impulsar los medios, los recursos del Estado, por la vìa correcta? Porque, ¿està un ciego en condiciones de enseñar a ver, o un lisiado en condiciones de enseñar a caminar? ¿O un corrupto en condiciones de brindar lecciones de Moral?
Con esto queremos significar que quienes se abocan a predicar revoluciones deben comenzar por revolucionarse a sì mismos, previamente, pues, de lo contrario, se trata de gente deshonesta, falsa, que únicamente ha tenido el propósito de acomodarse en la vida, sin importar, realmente, lo demás.

La verdad de una revolución se mide por sus efectos reales, por sus consecuencias tangibles. Si la revolución no hace otra cosa que reemplazar a unas personas por otras, a unos gobernantes por otros, sin profundizar, sin contribuir a que las personas sean mejores, a que disminuyan el egoísmo, la perversión, la mala intención, el crimen, la deshonestidad, se trata de una revolución falsa.
Tambièn aquí se aplica aquello de “por sus frutos los conoceréis”: conforme sean los frutos, buenos o malos, justos o injustos, verídicos o falsos, sinceros o engañosos, de generosidad o de egoísmo, sabremos con certeza si la revolución es verdadera o no, y sabremos, igualmente, si sòlo se trata de un proceso externo, aparente, sin fundamentos, es decir, si los promotores de la revolución se habían revolucionado a sì mismos  antes de pretender revolucionar a los demás,  para lo cual debieron haber comenzado por cambiar la mentalidad.
No puede haber revolución verdadera si no la precede, como base, como punto de partida, un cambio de la mentalidad, es decir, un salto de la ruindad moral a la nobleza moral, del odio al amor, de la mentira a la verdad. Si no es asì, sòlo se pretende obtener peras del olmo, como dice el viejo dicho, y eso no vale la pena, como es obvio…

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